Con la repetición del tratamiento que recibe, Rogelio descubre las
ventajas de filmar sus internaciones: la esclerósis múltiple ya no es
solo enfermedad sino plan de rodaje, la posibilidad de reinventar una
narrativa más amable acerca de lo que él y los demás esperan o
imaginan acerca de estar enfermo. Así, su madre y sus amigos ya no
son testigos compasivos, sino cómplices y camarógrafos; los
momentos difíciles también son potencia narrativa; la imposibilidad
de trabajar en películas ajenas ya no es una limitante sino, también, la
posibilidad de hacer una película propia.